Aunque estar afectado de anemia puede deberse a causas muy diversas, hay algo absolutamente coincidente en todos los casos, y no es otra cosa que la necesidad de tratarla para conseguir que nuestro organismo se recupere de ello.
A nuestra Farmacia Moyano acuden muchos pacientes que han sido diagnosticados de anemia por alguna razón y que precisan algún tratamiento que ayude a combatirla. Pero es importante saber a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de anemia, de qué tipo es, cuál es el origen y qué nos ha pautado el médico para superarla.
¿Qué es la anemia y cómo podemos actuar sobre ella?
Cuando a una persona se le diagnostica anemia mediante un análisis de sangre, es porque los resultados del mismo indican que su porcentaje de glóbulos rojos o de hemoglobina es deficitario en mayor o menor medida y que se encuentran por debajo de los marcadores regulares y normales propios de su estado de salud y edad.
Nuestra médula ósea produce glóbulos rojos cuya función es tremendamente importante pues son los encargados de transportar el oxígeno que inhalamos al respirar hacia todas las células del organismo. Ello lo hacen gracias a la presencia en los mismos de una proteína llamada hemoglobina que capta el oxígeno para repartirlo por nuestro cuerpo.
El déficit de glóbulos rojos puede deberse bien a que nuestro organismo por alguna causa deja de producir los suficientes; bien porque se produce una pérdida importante de sangre a causa de una hemorragia o incluso porque nuestro cuerpo opta por «autodestruir» de forma unilateral los glóbulos rojos que él mismo produce.
Hay muchos síntomas que nos pueden dar aviso de que pudiéramos estar afectados por algún tipo de anemia:
- Cansancio habitual y continuado.
- Sueño.
- Mareos.
- Dolor de cabeza.
- Dificultad respiratoria.
- Manos y pies muy fríos.
- Mal color de piel, aspecto pálido.
Y aunque suelen ser síntomas bastante coincidentes, lo cierto es que también existen diferentes tipos de anemia:
- Por falta de hierro, que suele ser muy común durante el embarazo.
- Enfermedades varias y de larga duración.
- Mala alimentación deficitaria en muchos nutrientes, como la vitamina B-12.
- Herencia genética.
- Algunos tipos de cáncer.
- Anemia aplásica, que aunque es bastante poco frecuente suele asociarse a enfermedades autoinmunes o por consumo de sustancias toxicas.
El tratamiento para ello irá en consonancia con el tipo y el grado de afectación, aunque lo más común y habitual se regula gracias a fármacos que proporcionan dosis extras de hierro, ácido fólico, suplementos a base de vitaminas sobre todo B-12, y en casos más complicados incluso se precisan transfusiones de sangre u otros tratamientos de mayor complejidad.
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